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viernes, 6 de febrero de 2015

Catálogo de nuevos terroristas según la reforma penal del PP y el PSOE

Con la expuesta intención de hacer frente al fenómeno yihadista, el Partido Popular y el PSOE han pactado una reforma del Código Penal que extiende la definición de "terrorismo" a conductas que nada tienen que ver con los delitos que puedan cometer integristas islámicos, según coinciden los expertos consultados.
Más allá de la oposición a la prisión permanente revisable, los socialistas prestan su apoyo a un concepto de terrorismo sobre el que otros miembros de la oposición, activistas y catedráticos de Derecho Penal dan la voz de alarma: el texto de la proposición de ley introduce conceptos tan amplios y vagos que actos que hasta ahora merecían un determinado reproche penal pasarán a ser castigados con la severidad que merece un acto terrorista.
En concreto, la reforma del artículo 573 del Código Penal establece como delitos terroristas los "desórdenes públicos" u otros contra el patrimonio si con ellos se pretende "obligar a los poderes públicos a realizar un acto o abstenerse de hacerlo" o, simplemente, "alterar gravemente la paz pública". Estas son las acciones y grupos susceptibles de ser investigados, detenidos, juzgados y condenados por terrorismo a partir de la reforma acordada por el PSOE y el PP.

Vecinos de Gamonal y otros barrios

Los participantes en los disturbios del barrio burgalés de Gamonal pretendían parar las obras en un bulevar aprobadas por el Ayuntamiento de la ciudad. Lo que hicieron se puede traducir por que algunos protestaron de forma violenta con la intención de obligar a un "poder público" a rectificar y "abstenerse" de llevar a cabo su proyecto.
La afirmación encaja con la nueva redacción del artículo 573 del Código Penal que el PP y el PSOE quieren aprobar. De haber estado en vigor la reforma del Código Penal que han aprobado los dos partidos, los causantes de lesiones a los policías antidisturbios podrían haber sido condenados a 15 años de prisión.
El Ministerio del Interior difundió la supuesta vinculación de algunos violentos llegados de fuera con grupos próximos al terrorismo, aunque los datos del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León describían a un manifestante residente en el barrio y sin antecedentes, salvo en dos excepciones.
Con la reforma pactada, sucesos como los de Gamonal "activarán la legislación" en esta materia antiterrorista, advierte el catedrático de Derecho Penal Jacobo Dopico. Y añade: "Aparte de la mayor gravedad de la reacción penal, deben mencionarse otras gravísimas consecuencias, como una detención policial por cinco días o la interceptación de las comunicaciones sin autorización judicial previa".

Defensores del medio ambiente y los derechos de los animales

¿Alteran gravemente la "paz pública" los activistas que se plantan en Tordesillas todos los años para impedir la celebración del Toro de la Vega? En caso afirmativo, ya existe el primer indicio de terrorismo. ¿No pretenden que las autoridades prohíban la fiesta? Otra respuesta positiva les sitúa directamente en el radar de la lucha antiterrorista.
¿Y las organizaciones animalistas que asaltan granjas donde se maltrata a los animales? ¿No llevan a cabo un delito contra el patrimonio con la intención de cambiar la legislación que no castiga la cría de animales en determinadas condiciones? Con otras dos respuestas afirmativas a estas preguntas, la suerte de los animalistas estará echada cuando se apruebe la reforma del PP y el PSOE, según los penalistas consultados.
El tribunal competente para instruir y juzgar los delitos de terrorismo es la Audiencia Nacional. Siempre cabe la posibilidad de que la redacción ambigua de la ley permita al magistrado instructor rechazar un proceso por terrorismo y derivar las denuncias contra los animalistas a un juzgado ordinario.
Pero antes de que eso ocurra, coincide el catedrático de la Universidad Autónoma Manuel Cancio, los participantes en las protestas podrán ser investigados y detenidos por unidades policiales antiterroristas, sus comunicaciones intervenidas sin autorización judicial previa y, además, su arresto transcurrirá en régimen de incomunicación, incluso por un espacio máximo de cinco días. A lo anterior cabría sumar el tratamiento mediático que Interior aplica a los sospechosos de terrorismo. Según los expertos consultados, la proposición de ley del PP y el PSOE permite todo ello.
Bajo estos mismos parámetros, Fuerzas de Seguridad y jueces tendrían respaldo legal para responder con operaciones antiterroristas contra aquellos que protagonicen actuaciones con fuerza contra la construcción de centrales nucleares y otras obras susceptibles de dañar el medio ambiente. Para ello no será necesario que atenten contra personas, bastará con que lo hagan contra el "patrimonio".

Habituales en desahucios, escraches y protestas contra las privatizaciones

Desde que existe la Plataforma Antidesahucios, más de 1.000 desalojos han sido abortados en España. Es decir, en un millar de ocasiones, un grupo de personas ha impedido a la comisión del juzgado, eventualmente apoyada por la policía, ejecutar el mandamiento de desahucio.
Traducido al nuevo texto legal, los activistas han impedido a un poder público realizar una acción. Y para hacerlo han incurrido en desórdenes públicos. Si no han sido graves, se enfrentan a una multa que puede alcanzar los 30.000 euros, según la nueva Ley de Seguridad Ciudadana. En el caso de que se trate de hechos graves, deberán atenerse a los delitos de terrorismo que recogerá el nuevo artículo 573 del Código Penal.
¿Qué diferencia una resistencia a la autoridad susceptible de multa de otra de carácter grave? Aquí entra la reforma del Código Penal que ha aprobado el PP en solitario y que no alude, en principio, al terrorismo. Según el nuevo texto, cometerá un acto grave de desórdenes públicos el que se niegue a abandonar un lugar, solo a través de la resistencia pasiva, sin necesidad de que recurra a la violencia.
Las actuaciones contra los desahucios dejan a menudo imágenes de activistas abrazados entre sí y retirados a rastras por los antidisturbios. Para el diputado de Izquierda Unida Gaspar Llamazares, la reforma antiterrorista es la tercera pata de "un trípode de excepción", que se completa con la Ley de Seguridad Ciudadana y el resto de la reforma del Código Penal.
Algo similar ocurriría con los escraches, que también ha popularizado en España la PAH. Con la campaña que emprendieron, los activistas pretendían presionar a los políticos para que votaran a favor de una Iniciativa Legislativa Popular en favor de la dación en pago. Su objetivo declarado, por tanto, era "obligar a los poderes públicos a realizar un acto o abstenerse de hacerlo".
De nuevo aparece la renovada redacción del artículo 573 del Código Penal por los grupos socialista y popular. La misma situación se repetiría con aquellos que se vieran envueltos en "desórdenes públicos" al protestar contra la privatización de Aena o el Canal de Isabel II, como apunta el catedrático de la Universidad Autónoma Manuel Cancio.

Ciberactivistas

Los activistas en la red que han traspasado la línea, según el actual Código Penal, también tienen su apartado en la reforma del artículo 573. Esos delitos que ejecutan pasarán ahora a ser terrorismo "cuando se cometan con alguna de las finalidades descritas en el apartado anterior", es decir, para obligar a los poderes públicos a realizar algo o a dejar de hacerlo, alterar gravemente la paz pública o "desestabilizar gravemente el funcionamiento de una organización internacional".
Esta última intencionalidad, aplicable no solo a los hackers, adquiere cierta relevancia cuando se habla de ellos. En el caso de que uno o varios de estos hackers decidan asaltar los archivos informáticos de, por ejemplo, el Fondo Monetario Internacional, estarán incurriendo en un delito de terrorismo, según la próxima legislación española.
El artículo 197 bis del Código Penal actual castiga con prisión de entre seis meses y dos años a quien, "por cualquier medio o procedimiento y vulnerando las medidas de seguridad establecidas para impedirlo, acceda sin autorización a datos o programas informáticos contenidos en un sistema informático".
Con el texto que presentan el PSOE y el PP, los hackers podrán ser perseguidos por eso mismo en calidad de presuntos terroristas. Así será cuando obtengan informaciones violando la seguridad informática de personas o instituciones. En ocasiones se trata de espionaje empresarial o piratería informática, pero en otras se ha tratado de obtener información relevante para los ciudadanos por la gravedad de los hechos que hacen aflorar. De no haber sido sustraídos y entregados a los medios de comunicación, nunca se hubieran conocido. 
En el campo que afecta a los ciberactivistas, el abogado y director jurídico de la Plataforma por la Defensa de la Libertad de Expresión (PDLI), Carlos Sánchez Almeida, destaca el caso de los imputados en un juzgado de Gijón por tumbar la web de la Junta Electoral Central durante las protestas del 15M realizadas en 2011 en fechas no autorizadas por su proximidad a las elecciones autonómicas y municipales. Con el próximo Código Penal, advierte el letrado, podrían ser acusados de un delito de terrorismo.

Tuiteros, al límite

La próxima legislación antiterrorista abarcará los delitos cometidos por quienes difundan "públicamente mensajes o consignas que tengan como finalidad o que, por su contenido, sean idóneos para incitar a otros a la comisión de alguno de los delitos de este capítulo".
Esos delitos, como se menciona anteriormente, no tienen por qué estar vinculados necesariamente con el terrorismo yihadista y podrían cometerse durante una protesta que derive en altercados. En este sentido, Sánchez Almeida destaca la "ambigüedad" de la expresión "sean idóneos" como soporte para perseguir como terroristas infinidad de mensajes difundidos a través de las redes sociales, como ha ocurrido en algunas de las convocatorias post-15M.

fuente: http://www.eldiario.es

lunes, 2 de febrero de 2015

Se ha descubierto lo que probablemente causa la adicción

Se ha descubierto lo que probablemente causa la adicción, y no es lo que tú crees

Hace ahora cien años que las drogas se prohibieron por primera vez. En todo este siglo de guerra contra las drogas, nuestros profesores y gobiernos nos han contado una historia sobre la adicción. Esta historia está tan arraigada en nuestra mente que ya la damos por hecho. Parece algo obvio. Parece manifiestamente cierto. Hasta que hace tres años y medio comencé un viaje de 48.000 kilómetros con mi nuevo libro, Chasing The Scream: The First And Last Days of the War on Drugs, para descubrir lo que realmente impulsaba la guerra contra las drogas, o eso creía. No obstante, lo que aprendí en el camino es que casi todo lo que nos han contado sobre la adicción es falso; hay una historia diferente a punto de ser contada, si es que estamos dispuestos a escucharla.
Si absorbemos esta nueva historia, tendremos que cambiar mucho más que la guerra contra las drogas. Tendremos que cambiarnos a nosotros mismos.
Yo lo aprendí de una mezcla extraordinaria de gente que conocí en mis viajes. De los amigos supervivientes de Billie Holiday, que me ayudaron a entender que el fundador de la guerra contra las drogas la acechó y contribuyó a matarla. De un médico judío, al que sacaron de un gueto de Budapest siendo un bebé para después revelar los secretos de la adicción siendo adulto. De un camello de crack transexual de Brooklyn que fue concebido cuando su madre, adicta al crack, fue violada por su padre, un agente de policía de Nueva York. De un hombre al que un dictador torturador retuvo en un pozo durante dos años y después fue elegido presidente de Uruguay para dar comienzo al final de la guerra contra las drogas.
Tenía un motivo bastante personal para querer saber esas respuestas. Uno de mis primeros recuerdos de niño es intentar despertar a un familiar y no ser capaz. Desde entonces, le he dado vueltas al misterio esencial de la adicción: ¿qué provoca que algunas personas se queden fijas en una droga o en un comportamiento sin poder parar? ¿Cómo ayudamos a esas personas a que vuelvan? A medida que me hago mayor, otro de mis familiares cercanos desarrolló una adicción a la cocaína y yo tuve una relación con un adicta a la heroína. Vamos, que estoy familiarizado con la adicción.
Si al principio me hubieras preguntado qué provoca la adicción a las drogas, te habría mirado como si fueras idiota, y habría dicho: "Pues las drogas". No hay más que rascar. Pensé que lo llevaba viendo toda mi vida. Todos lo podemos explicar. Imagina que tú y yo y otras 20 personas que pasan por la calle tomaran una potente droga durante 20 días. Esas drogas tienen sustancias químicas muy adictivas, así que si lo dejáramos el día 21, nuestro cuerpo necesitaría esas sustancias. Tendríamos un mono terrible. Seríamos adictos. Eso es lo que significa la adicción.
Una de las formas en que esta teoría se estableció por primera vez fue mediante experimentos de ratas, que se inyectaron en la mente de los americanos en la década de los 80 con una famosa publicidad de Partnership for a Drug-Free America. Puede que os acordéis. El experimento es simple. Pon una rata en una jaula con dos botellas de agua. Una sólo con agua. La otra con heroína o cocaína diluida. Casi todas las veces que lleves a cabo este experimento, la rata se obsesionará con el agua con droga y volverá a por más hasta que muera.
El anuncio explica: "Una sola droga es tan adictiva que nueve de cada diez ratas de laboratorio la consumirán. Cada vez más. Hasta la muerte. Se llama cocaína. Y puede hacerte lo mismo a ti".
No obstante, en los setenta, un profesor de Psicología de Vancouver llamado Bruce Alexander descubrió algo extraño en este experimento. La rata está sola en la jaula. No tiene otra cosa que hacer aparte de tomar drogas. ¿Qué ocurriría, se preguntaba, si se intentara de otra manera? Entonces, el profesor construyó un parque para ratas (Rat Park). Se trata de una jaula de diversión en la que las ratas tenían pelotas de colores y la mejor comida para ratas y túneles para corretear y muchos amigos: todo lo que una rata querría. Alexander quería saber qué ocurriría.
En el parque de ratas, todas probaron los dos botes de agua porque no sabían qué contenían. Pero lo que sucedió fue sorprendente.
A las ratas que llevaban una buena vida no les gustó el agua con droga. En general, evitaban beberla y consumían menos de un cuarto de las drogas que tomaban las ratas aisladas. Ninguna murió. Mientras que las ratas que estaban solas e infelices se hicieron adictas, no le ocurrió lo mismo a ninguna de las que vivía en un entorno feliz.
Al principio pensé que era sólo una particularidad de las ratas, hasta que descubrí que al mismo tiempo estaba teniendo lugar un experimento equivalente en humanos. Se llamaba la Guerra de Vietnam. La revista Time informó de que el consumo de heroína era "tan común como mascar chicle" entre los soldados estadounidenses, y hay evidencias claras que lo respaldan: un 20% de los soldados estadounidenses había desarrollado adicción a la heroína allí, según un estudio publicado en los Archivos de Psiquiatría General. Muchas personas estaban comprensiblemente aterradas; creían que un gran número de adictos volvería a casa cuando terminara la guerra.
No obstante, un 95% de los soldados adictos -de acuerdo con el mismo estudio- dejó las drogas. Muy pocos se sometieron a rehabilitación. Pasaron de una terrorífica jaula a un lugar agradable, por lo que ya no querían tomar drogas.
El profesor Alexander defiende que este descubrimiento es un profundo reto tanto para la visión de derechas de que la adicción es un fracaso moral debido a los excesos hedonistas, como para la visión liberal de que la enfermedad es una enfermedad que tiene lugar en un cerebro químicamente secuestrado. De hecho, defiende que la adicción es una adaptación. No eres tú. Es tu jaula.
Después de la primera fase de Rat Park, el profesor Alexander continuó con sus pruebas. Repitió los primeros experimentos, en los que las ratas estaban solas y consumían la droga de forma compulsiva. Dejó que la consumieran durante 57 días. Luego las sacó del aislamiento y las situó en el parque para ratas. Quería saber si al caer en ese estado de adicción, el cerebro está tan secuestrado que es imposible recuperarse. ¿Las drogas se apoderan de ti? De nuevo, lo que ocurrió fue sorprendente. Parecía que las ratas tenían síntomas de abstinencia, pero pronto dejaron de consumir tantas drogas y volvieron a llevar una vida normal. La jaula buena las salvó. Las referencias completas de todos estudios que cito están en el libro.
Cuando me enteré, me quedé impactado. ¿Cómo podía ser? Esta nueva teoría es un ataque tan radical sobre lo que siempre nos han dicho que parece imposible, irreal. Pero a cuantos más científicos entrevistaba y más estudios leía, más cosas descubría que parecían no tener sentido, a menos que se tuviera en cuenta este nuevo enfoque.
Este es un ejemplo de un experimento que ocurre a tu alrededor y que quizá también te ocurra a ti algún día. Si sales hoy a correr y te rompes la cadera, probablemente te den diamorfina, el nombre médico de la heroína. En el hospital hay mucha gente que recibe heroína como calmante por un largo período. La heroína que te da el médico tiene una pureza y potencia mucho mayor que la de la heroína que se consume en la calle, que venden y adulteran los delincuentes. Por tanto, si la antigua teoría de la adicción es cierta -las drogas la provocan; hacen que tu cuerpo las necesite-, entonces es obvio lo que debería ocurrir. Un montón de gente, al salir del hospital, iría por las calles pidiendo heroína para seguir con su hábito.
Pero ahí está lo extraño: que, virtualmente, nunca ocurre. El doctor canadiense Gabor Mate fue el primero en explicarme que los consumidores clínicos lo dejan sin más, a pesar de que se han estado drogando durante meses. La misma droga, utilizada durante el mismo período de tiempo, convierte a los usuarios de la calle en adictos desesperados, mientras que no afecta a los pacientes médicos.
Si sigues creyendo -como me pasaba a mí antes- que la adicción está provocada por sustancias químicas, esto te resultará incomprensible. Pero si crees la teoría de Bruce Alexander, el puzle empieza a cobrar sentido. Los adictos callejeros son como las ratas de la primera jaula, aislados, solos, con una sola vía de escape a su disposición. El paciente médico es como las ratas de la segunda jaula. Vuelve a casa a una vida rodeada por la gente que ama. La droga es lo mismo, pero el entorno es diferente.
Esto nos da una visión que va mucho más allá de la necesidad de entender a los adictos. El profesor Peter Cohen defiende que los seres humanos tienen una necesidad profunda de apego y de crear vínculos. Es así como obtenemos satisfacción. Si no podemos conectar con las personas, conectaremos con cualquier cosa que encontremos, el zumbido de una ruleta o el pinchazo de una jeringuilla. Afirma que deberíamos dejar de hablar sobre "adicción" en general para empezar a llamarlo "apego". Un adicto a la heroína se ha adherido a ella porque no ha podido vincularse con otra cosa hasta ese punto.
Por tanto, lo opuesto a la adicción no es la sobriedad. Es la conexión humana.
Cuando me enteré de todo esto, descubrí que poco a poco me estaba convenciendo, pero me seguían asaltando algunas dudas. ¿Decían esos científicos que las sustancias adictivas no tenían nada que ver? Entonces me explicaron que puedes hacerte adicto al juego y nadie piensa que te inyectas un paquete de cartas en las venas. Puedes tener todo tipo de adicciones sin que impliquen ningún componente químico. Un día fui a una reunión de Jugadores Anónimos en Las Vegas (con el permiso de todos los presentes, que sabían que estaba ahí para observar) y vi que eran tan adictos como los cocainómanos y heroinómanos que conocía. Y aun así, no había sustancias químicas adictivas de por medio.
Con todo, seguía preguntándome si los componentes químicos desempeñaban algún papel. Resulta que hay un experimento que daba la respuesta precisa, y que aprendí gracias al libro The Cult of Pharmacology, de Richard DeGrandpre.
Todo el mundo sabe que fumar tabaco es uno de los hábitos más adictivos. Las sustancias químicas del tabaco proceden de una droga llamada nicotina. Cuando se crearon los parches de nicotina a principios de los noventa, creció el optimismo: los fumadores podrían saciar su adicción sin sufrir los efectos perniciosos (y mortales) de los cigarrillos. Serían liberados.
No obstante, el Departamento del Cirujano General reveló que el 17,7% de los fumadores son capaces de dejarlo usando parches de nicotina. Esto tiene su importancia. Si las sustancias químicas llevan al 17,7% de la adicción, como esto demuestra, son millones de vidas arruinadas a nivel mundial. Esto significa que la historia que nos han contado de que La Causa de la Adicción son las sustancias adictivas es verdadera, pero es sólo una pequeña parte de un panorama mucho mayor.
Todo esto tiene grandes implicaciones en la guerra contra las drogas que lleva lidiándose todo un siglo. Esta guerra masiva que, como he visto, mata a gente desde México a Liverpool, está basada en la afirmación de que necesitamos erradicar físicamente un montón de sustancias químicas que interceptan el cerebro de la gente y provocan adicción. Pero si las drogas no son la causa de la adicción -si, en realidad, es el desapego lo que la provoca-, vuelve a resultar incomprensible.
Por irónico que parezca, la guerra contra las drogas realmente incrementa todas esas causas de la adicción. Por ejemplo, fui a una cárcel en Arizona, Tent City, donde los presos están aislados en diminutas cuevas de piedra (The Hole [El Agujero]) durante semanas para castigarlos por el uso de drogas. Es la recreación humana más próxima a las jaulas que garantizaban la adicción mortal de las ratas. Cuando esos prisioneros salgan, no tendrán posibilidades de trabajo por sus antecedentes penales; estarán incluso más aislados. Es lo que he comprobado a través de todas las historias humanas que he descubierto a lo largo y ancho del mundo.
Hay una alternativa. Se puede construir un sistema diseñado para ayudar a los adictos a reconectar con el mundo y dejar atrás sus adicciones.
No es algo teórico. Está ocurriendo. Lo he visto. Hace casi 15 años, Portugal tenía uno de los peores problemas de drogas en Europa: el 1% de la población era adicta a la heroína. Probaron una guerra contra las drogas y el problema no hizo más que empeorar. Entonces decidieron hacer algo radicalmente diferente. Pensaron despenalizar todas las drogas y utilizar todo el dinero que antes gastaban en arrestar y encarcelar a los drogadictos en reinsertarlos y reconectarlos con sus propios sentimientos y con la sociedad. El paso más importante es conseguirles un alojamiento seguro y un trabajo para que tengan un objetivo en la vida y algo por lo que levantarse cada mañana. Yo vi cómo les enseñaban en clínicas cálidas y acogedoras a reconectar con sus sentimientos tras años de trauma y de silencio con las drogas.
Me enteré de que un grupo de adictos recibió un préstamo para crear una empresa de mudanzas. Eran un grupo, todos conectados entre sí y con la sociedad, responsables del cuidado de cada uno.
Los resultados de todo esto ahora están aquí. Un estudio independiente del British Journal of Criminology descubrió que desde la total despenalización, había disminuido la adicción, y el uso de drogas inyectadas había bajado un 50%. Repito: el uso de drogas inyectadas se redujo un 50%. La despenalización ha sido un éxito tan evidente que muy pocas personas en Portugal quieren volver al antiguo sistema. El que más campaña hizo contra la despenalización en 2000 fue Joao Figueira, inspector jefe del cuerpo de narcóticos de Portugal. Hizo todas las advertencias nefastas que se esperarían del Daily Mail o de Fox News. Pero cuando estuvimos juntos en Lisboa, me dijo que no ocurrió nada de lo que había predicho... y que ahora espera que todo el mundo siga el ejemplo de Portugal.
Esto no sólo afecta a las personas drogadictas a las que quiero. Es relevante para todos nosotros, porque nos obliga a pensar de forma diferente sobre nosotros mismos. Los seres humanos son animales de vínculos. Necesitamos apego y amor. La frase más sabia de todo el siglo XX fue el "conecta tan sólo", de E. M. Forster. Pero hemos creado un entorno y una cultura que nos impide la conexión, o que ofrece sólo la parodia de ello a través de internet. El aumento de la adicción es un síntoma de una enfermedad más profunda de la forma de vida que llevamos, que dirige constantemente nuestra mirada hacia el próximo objeto brillante que deberíamos comprar en lugar de hacia los seres humanos que nos rodean.
El escritor George Monbiot lo ha llamado "la era de la soledad". Hemos creado sociedades humanas en las que es más fácil que nunca que la gente carezca de conexiones humanas. Bruce Alexander, el creador de Rat Park, me dijo que durante mucho tiempo hemos estado hablando exclusivamente de la recuperación de la adicción de forma individual. Ahora tenemos que hablar de la recuperación social, el modo en que todos nos recuperamos, unidos, de la enfermedad del aislamiento que nos invade como una espesa niebla.
Pero esta nueva prueba no sólo supone un reto políticamente hablando. No sólo nos obliga a cambiar la mente. Nos obliga a cambiar nuestro corazón.
Amar a un adicto es realmente duro. Cuando miraba a los adictos a los que quiero, siempre estaba tentado de seguir los consejos para un amor difícil promovidos por los realities como Intervention (dile al adicto que se reponga o deshazte de él). Su mensaje es que deberíamos evitar a los adictos que no lo van a dejar. Es la lógica de la guerra contra las drogas, importada a nuestras vidas privadas. No obstante, aprendí que así sólo acrecentará su adicción y acabarás perdiéndolos. Llegué a casa decidido a unirme más que nunca a los adictos que conocía, para hacerles saber que los quiero de forma incondicional, independientemente de si lo dejan o si no pueden dejarlo.
Cuando volví de mi largo viaje, miré a mi exnovio, con síndrome de abstinencia, temblando en la cama de invitados, y pensé en él de otra forma. En el último siglo, hemos estado cantando canciones de guerra sobre adictos. Mientras le secaba la frente, se me ocurrió que deberíamos haberles cantado canciones de amor.
La historia completa del viaje de Johann Hari -contada a través de las historias de la gente que conoció- se puede leer en su libro 'Chasing The Scream: The First and Last Days of the War on Drugs', publicado por Bloomsbury. El libro ha recibido elogios de todo el mundo, desde Elton John hasta Glenn Greenwald, pasando por Naomi Klein. Puedes leer más sobre el libro en www.chasingthescream.com.
Johann Hari hablará sobre su libro el 29 de enero a las 19.00, hora estadounidense (la 1:00 en la Península), en la librería Politics and Prose, en Washington DC. El 30 a mediodía estará en Nueva York en la 92nd Street Y. El 4 de febrero por la tarde estará en la librería Red Emma en Baltimore.
Las referencias y las fuentes bibliográficas de toda la información citada en este artículo se pueden encontrar en las extensas notas del libro. 

fuente: http://www.huffingtonpost.es