La Operación Ciudadanos ha sido un éxito. Todas las
encuestas les sitúan ya como llave para dar el gobierno a una de las dos
cabezas del bipartidismo o incluso como segunda fuerza que podría
presidir el país con el apoyo del PSOE. Y subiendo. No nos extrañemos si
ganan las elecciones. El establishment puede
estar tranquilo. El antídoto que buscaron contra Podemos ha funcionado.
Han frenado la expansión del virus, les han sustituido como referentes
de la regeneración y se han convertido en el repuesto tranquilo y
sensato, como ellos mismos dicen, que necesitaban el IBEX 35, la
monarquía, el statu quo y hasta el bipartidismo. Ambos pueden pactar con Rivera para seguir viviendo.
La monarquía comprendió que tenía que adelantar la sucesión para
sobrevivir. Abdicar o morir. Sacó al mercado “la monarquía renovada para
un tiempo nuevo” y la gente compró. En un año, los españoles pasaron de
suspender a la institución por primera vez, al aprobado con nota del
nuevo rey. Ahora llega la Transición 2.0. El mismo programa de siempre
con una interfaz nueva. C’s no viene a romper sino a evitar la ruptura
para que no caiga el edificio. Es una prótesis en la cadera rota del
viejo régimen para que siga caminando. Rivera es el Felipe VI de la
política y quiere ser el Adolfo Suárez del siglo XXI. Suárez y Juan
Carlos iniciaron la Transición. Albert y Felipe, la segunda. Dentro de
40 años tendremos un aeropuerto de Madrid Barajas Albert Rivera. Al
tiempo.
Es muy legítimo que los españoles de orden vean en
Albert Rivera la respuesta a la crisis del régimen sin los sobresaltos
de Podemos. Pero es menos legítimo que nos lo vendan como una renovación
cuando ni siquiera son modernos. Recordemos que Rivera no quería llamar
matrimonio a la unión de parejas gays porque genera tensiones, que
afirma que el aborto no es un derecho sino un fracaso de la sociedad y
que se define como republicano pero es “felipista”, como el PSOE era
republicano y “juancarlista”. Ahora también dice que no le gustan los
toros aunque se le ha visto disfrutándolos y se opuso al cierre de la
plaza de Barcelona. Es siempre sí pero no y todo lo contrario. Quiere
parecer moderno y social, centrista y progre, pero aún le traiciona su
pasado como miembro del Partido Popular.
Como el PP,
es contrario a las cuotas paritarias en una sociedad en la que la brecha
salarial entre hombres y mujeres es del 25%. Como el PP, se siente
cómodo con las relaciones entre Iglesia y Estado y sólo se plantea la
revisión (que no revocación) del Concordato. Como el PP, no quiere abrir
ningún debate sobre la Memoria Histórica, que todo siga atado y bien
atado, los vencedores mandando, la Transición olvidando y los vencidos
en una cuneta. Puede ser casualidad, pero aprovecharon una bronca en el
Parlament para abandonarlo cuando se votaba una moción de condena al
franquismo. Como el PP.
Como hizo el PP, proponen
dejar a los sin papeles fuera de la Sanidad universal, pero hasta los
populares han dado marcha atrás. Ni siquiera el PP ha dejado de votar a
favor de una declaración de las Cortes valencianas contra la violencia
de género como ha hecho C’s porque no aceptaba el término “terrorismo
machista”. Habrá que recordarles que en los últimos 12 años ha matado a
unas 800 mujeres, casi las mismas personas que ETA asesinó en cinco
décadas. En algunas cosas, van por detrás de su modelo, pero en la
mayoría son la versión rejuvenecida, más amable, más laica, más guapa y
menos retrógrada. Es una diferencia más cosmética que ideológica. Como
la derecha tradicional, se han erigido en guardianes de la unidad de
España y no tienen más solución para el problema catalán que un retoque
constitucional que acabe con el hecho diferencial de Cataluña. Como la
derecha liberal, quieren sacarnos de la crisis con el mismo modelo que
nos metió: subvencionando a las empresas para que no tengan que subir
sueldos miserables, socializando las pérdidas de los que privatizan sus
beneficios.
Esto es Ciudadanos aunque no lo parece.
No lo parece porque lo difuminan bajo su discurso de eficacia liberal y
lucha contra la corrupción bipartidista, pero sin hablar de la casta
para no enemistarse con ella. Ese camino ya lo abrió Iglesias a
machetazos y Rivera ha aprovechado el pasillo, como mostró una elocuente
portada de El Jueves. Son dos fenómenos
televisivos opuestos. Podemos fue un éxito sobrevenido que llevó
audiencia a la televisión. Ciudadanos es un éxito creado por la
televisión que está llevando a Rivera hasta la audiencia. Las teles le
abren sus puertas y jamás le ponen en apuros, al contrario de lo que
ocurre con Iglesias y los suyos. Parece que no es posible un gobierno de
este país que no haya sido permitido por las élites. Aunque siempre nos
quedarán Colau y compañía para pensar lo contrario.
Ciudadanos es la Operación Luna o la Operación Palace de la política
española, un programa de televisión para hacernos creer que ha llegado
el cambio aunque sigan los mismos o muy parecidos haciendo cosas por el
estilo. Si se fijan ustedes un poco, verán el decorado.
fuente: http://www.eldiario.es