El documental Surgere parte de dos supuestos modelos económicos
exitosos: por una parte Islandia, que a finales de los 90 tenía unos
índices de bienestar comparables a los países escandinavos y por otra
España, que iba a velocidad de crucero inmobiliario. "Estamos
convencidos de que el estado actual de las cosas puede cambiar. Para
ello es fundamental conocer bien qué nos rodea, situarnos en el momento
histórico que estamos viviendo, y reflexionar sobre alternativas. Los
canales habituales de información no nos suelen dejar acercarnos a estas
claves. Por eso, debemos crear nuestros propios canales y herramientas y
buscar ejemplos que nos sirvan de referencia. Creemos que Islandia nos
aproxima a dichas claves. Y el documental puede ser útil para todas las
personas que tienen ganas de generar movimiento y cambios", sostiene el
director y guionista de Surgere, José Mespina.
Surgere: manifestarse, alzarse, brotar desde abajo, como el géiser que sirve de imagen de portada. Un grupo de amigos de Vitoria-Gasteiz decidió viajar hasta Islandia acuciados por la creciente indignación y recordando las últimas elecciones municipales donde una parte muy significativa de los candidatos estaban imputados por corrupción. En las redes sí se hablaba del caso islandés, pero -a diferencia de la cobertura informativa de las revueltas árabes, por poner un ejemplo- en los medios tradicionales no se mencionaba; un asunto europeo, financiero y cercano se ocultaba. La gente decidió que la deuda de los bancos no era responsabilidad suya y que sí lo era de los propios bancos y sus gestores. Salieron a la calle, protestaron, obligaron a convocar dos referéndums para no pagar la deuda y el gobierno dimitió. Allí también están sufriendo recortes pero con la diferencia de que se están depurando responsabilidades y se está creando un marco nuevo: un grupo de ciudadanos de a pie está redactando una nueva constitución.
En los 57 minutos que dura el documental -con licencia libre Creative Commons- se nos invita a conocer las cuasi semejanzas históricas de ambos países: dictadura franquista y colonia noruega, existencia de oligarquías (denominadas pulpos) que controlan el poder económico y político. Aunque la población islandesa es inferior a la española, ser un país pequeño también puede ser un handicap a la hora de hacer cambios. En la capital Reykjavik, de 150.000 habitantes, todo el mundo "se conoce" y el anonimato a la hora de protestar y exigir cambios no es tan fácil, algo que pasa en muchas ciudades españolas. Pero han pasado de "pasar" de la política a poner en el banquillo nada menos que al neoliberalismo. No es de extrañar que se quiera silenciar al géiser islandés.
Surgere: manifestarse, alzarse, brotar desde abajo, como el géiser que sirve de imagen de portada. Un grupo de amigos de Vitoria-Gasteiz decidió viajar hasta Islandia acuciados por la creciente indignación y recordando las últimas elecciones municipales donde una parte muy significativa de los candidatos estaban imputados por corrupción. En las redes sí se hablaba del caso islandés, pero -a diferencia de la cobertura informativa de las revueltas árabes, por poner un ejemplo- en los medios tradicionales no se mencionaba; un asunto europeo, financiero y cercano se ocultaba. La gente decidió que la deuda de los bancos no era responsabilidad suya y que sí lo era de los propios bancos y sus gestores. Salieron a la calle, protestaron, obligaron a convocar dos referéndums para no pagar la deuda y el gobierno dimitió. Allí también están sufriendo recortes pero con la diferencia de que se están depurando responsabilidades y se está creando un marco nuevo: un grupo de ciudadanos de a pie está redactando una nueva constitución.
En los 57 minutos que dura el documental -con licencia libre Creative Commons- se nos invita a conocer las cuasi semejanzas históricas de ambos países: dictadura franquista y colonia noruega, existencia de oligarquías (denominadas pulpos) que controlan el poder económico y político. Aunque la población islandesa es inferior a la española, ser un país pequeño también puede ser un handicap a la hora de hacer cambios. En la capital Reykjavik, de 150.000 habitantes, todo el mundo "se conoce" y el anonimato a la hora de protestar y exigir cambios no es tan fácil, algo que pasa en muchas ciudades españolas. Pero han pasado de "pasar" de la política a poner en el banquillo nada menos que al neoliberalismo. No es de extrañar que se quiera silenciar al géiser islandés.
http://www.documaniatv.com
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