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lunes, 26 de octubre de 2015

"El 80% de los fármacos sólo tratan, en vez de curar, para ser rentables para la industria"

El asesor especial del Centro del Sur para las áreas de Salud y Desarrollo afirma que España fue "engañada" por la farmacéutica que distribuye el fármaco contra la Heptatis C y que se zanjó la polémica con una "solución política, pero no real". Exrepresentante de la OMS, será investido hoy Doctor Honoris Causa por la Universidad Complutense de Madrid.

MADRID.- Germán Velásquez (Manizales, Colombia, 1948) trabajó durante más de 20 años en la Organización Mundial de la Salud (OMS) y acabó diciendo de ella que se ha "privatizado". Sin embargo, su investigación y lucha  por el acceso a los medicamentos esenciales le llevó a coordinar el programa de acción sobre medicamentos de esta organización. Ahora es asesor especial en el Centro del Sur, una organización con sede en Ginebra formada por 54 países en vías de desarrollo. Precursor en el debate sobre la mercantilización de la salud, será investido Doctor Honoris Causa por la Universidad Complutense de Madrid este lunes. A poco más de un mes para que empiece la campaña electoral en España, Velásquez advierte a los políticos de que, por suerte, la sociedad civil es más consciente que nunca de cuáles son sus derechos: "Hoy en los países del sur mueren miles de personas por no tener acceso a la sanidad. En España, antes que los ciudadanos paguen de su bolsillo el 100% del precio de los fármacos, cae el Gobierno".

La UCM le inviste Doctor Honoris Causa por ser "una de las voces más críticas frente al inmovilismo de los Gobiernos en cuanto al problema de acceso a medicamentos” y por denunciar “la pérdida de independencia y de credibilidad de los organismos internacionales”. ¿Cómo interpreta este reconocimiento?

En cierta forma, es un reconocimiento a una causa, más que a una persona. Yo represento una lucha compartida con mucha otra gente contra la limitación en el acceso a medicamentos en los países del sur y, hoy en día, incluso en los países del norte. Esta distinción me llega en un momento muy importante para mí porque, después de 25 años de trabajo en este campo, me doy cuenta de que la solución no puede venir de la ONU —donde hay una superficialidad brutal y poca elaboración a nivel conceptual— ni de los gobiernos, porque son miopes y buscan soluciones a corto plazo a pesar de que en salud pública no se pueden hacer milagros en dos o tres años. Los políticos tratan de quedarse en el poder pero no buscan soluciones que puedan durar muchos años porque ya no estarán en el poder. Por lo tanto, la única solución está en la academia. La universidad puede encontrar soluciones a la falta de acceso a los medicamentos en el sur y, recientemente, en Europa.

¿De qué manera?

Construyendo otros modelos que permitan una investigación con una rentabilidad sana y garantizando el acceso. El sistema actual consiste en investigar con fondos públicos o privados, patentarlo todo y vender los fármacos a un precio altísimo que puede significar una restricción en el acceso. Tenemos que encontrar un esquema en el que no haya que pasar por el sistema de patentes, en el que el medicamento esté en el dominio público y pueda venderse a precios competitivos. La universidad puede demostrar a los Estados y a los organismos internacionales que hay otros modelos posibles para hacer investigación de una forma rentable pero logrando que todas las personas puedan acceder a ella.

¿Por qué la industria farmacéutica sigue anteponiendo sus intereses económicos a la salud pública sin recibir castigo alguno?

Históricamente, la industria farmacéutica, que es bastante joven, no tiene ni 100 años, estaba formada por empresas familiares supervisadas por los gobiernos nacionales. Pero cuando se generaliza el sistema de patentes, la industria ya estaba concebida como un mecanismo con ánimo de lucro cuya filosofía es, en primer lugar, ganar dinero y, eventualmente, curar o tratar a algunas personas. Así, se desarrollaron unos monstruos gigantescos que hoy son transnacionales, es decir, que sobrepasan la nación no sólo en capitales y tamaño, sino en la capacidad de supervisión de los Estados.

Aunque ha denunciado el "capitalismo especulativo" de la industria y su "afán de lucro inmediato", niega que sea, como se dice a veces, un "enemigo" de las farmacéuticas.

Efectivamente, no soy un enemigo de la industria farmacéutica. Pero es que la industria farmacéutica, como está constituida hoy en día, es enemiga de la salud pública. La industria farmacéutica logra unos beneficios —del orden del 20%— que no los tiene ni la industria financiera, del armamento o del automóvil. Como muchos medicamentos secuestrados bajo una patente durante 20 años, el fabricante pone el precio que quiere y, normalmente, no tiene nada que ver con el costo de producción. El director general de Gilead, la firma que desarrolla el medicamento que cura la Hepatitis C y que se vende en EEUU por 82.000 dólares (el tratamiento de 12 semanas) dijo en una entrevista que fijó el precio teniendo en cuenta que un trasplante de hígado (a lo que puede conducir esta enfermedad) cuesta casi 100.000 dólares.

En España, el Gobierno acordó pagar 25.000 euros a la farmacéutica por cada tratamiento de Sovaldi

Eso fue una solución política, no una solución real. En 2008, el Gobierno español prohibió endeudarse a las comunidades autónomas sin el permiso del Gobierno central. Lo que pasó con la compra del medicamento contra la Hepatits C es que el Gobierno levantó ese veto, pero eso no quiere decir que las comunidades vayan a endeudarse ni que sea razonable hacerlo. El gobierno francés y el español negociaron a la vez con la farmacéutica, pero España llegó a un precio de 25.000 euros y Francia, de 45.000. Esto es un engaño. Cuando uno hace un negocio y gana el doble o el triple, puede decirse que es un buen negocio. Pero si algo que te cuesta menos de 200 euros —el costo del tratamiento de 12 semanas contra la Hepatitis— lo vendes a 82.000 dólares en EEUU... eso no es un buen negocio, sino un fraude. Es la misma filosofía de un perfume: se vende a un precio terriblemente elevado y lo compra una minoría porque no hace falta que lo compre la mayoría de la población. Sería trágico para Dior que todo el mundo se perfumara con el mismo perfume. Casi es igual de cínico lo que pasa con los medicamentos. Por otra parte, el gobierno de España, como cualquier otro miembro de la Organización Mundial del Comercio (OMC), tiene el derecho de retirar la patente del medicamento contra la Hepatitits C para que lo produzca cualquiera. Se llama licencia obligatoria, pero los Estados no lo hacen porque hay muchas presiones de las farmacéuticas y presiones directas del Gobierno de EEUU para que no se hagan licencias obligatorias a sus firmas privadas. De una manera política, se protegen los intereses de las firmas privadas.

En este contexto, ¿se justifican las patentes?

Sería simplista decir que no se justifican y que hay que quitarlas mañana. Pero lo que sí se puede decir es que las patentes, como están siendo utilizadas hoy, no se justifican porque se usan de manera irresponsable. En un año salen entre tres y cinco productos innovadores; sin embargo, se otorgan varios cientos e incluso miles de patentes farmacéuticas. Hay muchos medicamentos bajo patente que no son innovación y que deberían estar en el dominio público y ser comercializados en competencia para que los precios bajaran. Habría que poner orden y hacer más transparente y riguroso el sistema de patentes para que sólo unos medicamentos, muy pocos, puedan tener una patente y que el Estado dé la posibilidad a quien lo inventó de recuperar su inversión. Pero esa remuneración no puede ser tan elevada que bloquee el acceso. Hay que combinar innovación con acceso porque ¿de qué sirve innovar en medicamentos si la gente no puede acceder a ellos?

Usted ha escrito que la sociedad contemporánea tiene capacidad técnica y financiera de producir medicamentos que salven millones de vidas. ¿Quién no está haciendo su trabajo?

Todos somos un poco culpables. Los Estados son culpables de haber tolerado este desorden. La industria está especulando con la vida de las personas y los organismos internacionales, como la OMS, son culpables de no fijar las reglas del juego.

¿Qué solución propone?

Hacer un tratado internacional vinculante y que todos los países que lo firmen aprueben una ley en sus respectivos parlamentos. La OMS tiene la capacidad de negociar tratados vinculantes, pero en sus 65 años de historia sólo lo ha hecho una vez. Fue la convención marco contra el tabaco y es evidente que fue una decisión increíblemente eficaz. La OMC elabora reglas de comercio internacional que son decisiones vinculantes, de aplicación obligatoria. En cambio, en salud pública no hay leyes, todo son recomendaciones. Es absurdo. Debería hacerse un tratado vinculante que se negocie en Ginebra y que cada país, en función de su PIB, apruebe una contribución para crear un fondo común con el que se investigue de tal manera que el fruto de la investigación esté en el dominio público, no haya que patentarlo y que, por tanto, esté al servicio de los países ricos y pobres.

¿Qué papel juegan los genéricos en este escenario?

El genérico es un aliado de los sistemas de salud. En África, el 99% de los antirretrovirales son medicamentos que vienen de la India, genéricos. Pero todos los nuevos medicamentos están secuestrados por la patente, tienen que esperar 20 años y para un enfermo de sida es demasiado tiempo. Hay que dejar claro que los genéricos no son fundaciones filantrópicas ni Hermanitas de la Caridad; son negociantes, están haciendo dinero. Pero su filosofía es producir grandes cantidades de medicamentos a precios bajos para que puedan adquirirlos la mayor parte de la población. No es la filosofía del perfume; el genérico tiene una filosofía más conforme a un criterio de salud pública.

En los últimos años, España ha introducido el copago, ha privatizado hospitales y ha limitado el acceso a la sanidad a los inmigrantes. Todo, según el Gobierno, para ahorrar. ¿Qué le parece?

Me parece un retroceso triste e inadmisible porque España no ha recortado en gasto, sino en derechos y eso no es sano. En las últimas dos décadas, nos han vendido que el Estado despilfarra y no es eficiente, y que por eso hay que entregarle la gestión sanitaria a empresas privadas. Pero si privatizamos un hospital corremos el riesgo de que se convierta en una empresa con ánimo lucrativo antes que en un servicio público. Hay que introducir eficiencia administrativa, pero ¿quién ha dicho que el sector público no pueda hacerlo?

¿Es posible recuperar lo que hemos perdido?

Sí, pero es necesaria más transparencia en el proceso de investigación y desarrollo de los medicamentos. El sistema sanitario es un servicio público que tiene que ser rentable, pero su objetivo principal debe ser investigar para ayudar a la sociedad a mantenerse saludable o a curarse de una enfermedad. Debe haber una agenda de investigación en función de las enfermedades reales de la gente. Hoy se investigan enfermedades que pueden ser rentables y si no es una enfermedad, se crea. Por ejemplo, el trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) en los niños. Es una enfermedad que se ha creado porque supone un negocio rentabe: son medicamentos sobre patentes que deben administrarse durante un largo tiempo. La industria farmacéutica dejó de hacer medicamentos para curar. Hoy el 80% de los medicamentos que hay en el mercado son para tratar. Los fármacos contra el sida, para la hipertensión, la diabetes o contra enfermedades cardiovasculares deben tomarse toda la vida. Si sacamos un medicamento contra el cáncer de mama, en vez de un tratamiento, estaremos matando el negocio porque al cabo de un tiempo perderemos un cliente. El Estado tendría que exigir que los medicamentos nuevos curen o prevengan.

Es más rentable "matar" a la persona que "matar" el negocio.

En parte, sí. A la industria farmacéutica lo que menos le preocupa es el paciente. Trata de asegurar sus beneficios. Un estudio de la revista Lancet que analiza los 70 medicamentos contra el cáncer que fueron puestos en el mercado en los últimos 10 años en EEUU demuestra que su único beneficio es prolongar la vida del paciente una media de dos meses. Algunos de estos fármacos cuestan hasta 100.000 dólares. Son ejercicios de especulación que no podemos permitirnos.

¿En qué país podemos fijarnos en materia sanitaria?

Sobre todo, en el norte de Europa. En los países nórdicos están atravesando la misma crisis financiera que España y no les ha dado por privatizar hospitales, están buscando otras soluciones. Y luego está el excesivo consumo de fármacos. El consumo de medicamentos en EEUU es 1.000 dólares por habitante al año. En Dinamarca, es de 300 dólares, una tercera aparte. Y no podemos decir que los americanos tengan mejor salud que un danés, un holandés o un sueco. En España, el consumo es de 600-700 euros al año, un consumo desproporcionado.
fuente:.publico.es

miércoles, 14 de octubre de 2015

Las multinacionales quieren que el TTIP ponga en sus manos agua, educación y sanidad

Un nuevo estudio del CEO advierte del peligro que supone el tratado comercial UE-EEUU para la "capacidad reguladora de los gobiernos" y para los derechos de los ciudadanos de acceder a servicios públicos. 

MADRID.- No hay nada de qué preocuparse, pueden estar tranquilos; pero no, no vamos a enseñar las cartas para no comprometer la negociación. Este es el mensaje que Bruselas repite una y otra vez ante las preguntas sobre el TTIP, el polémico tratado de libre comercio que la UE y EEUU negocian con opacidad desde mediados de 2013. Es el argumento que reutilizan en bucle, incluso cuando la luz baña una pequeña parte del acuerdo y desata nuevas críticas.

El Observatorio Corporativo Europeo (CEO) ha publicado este lunes un nuevo informe sobre el Transatlantic Trade and Investment Partnership (TTIP) que denuncia la"confabulación secreta" entre las multinacionales y los negociadores de la Comisión, y alerta del peligro concreto que corren los servicios públicos si finalmente llega a ratificarse el acuerdo. El CEO cree que están "bajo la amenaza" de estas negociaciones comerciales, que el tratado pone en peligro la capacidad reguladora de los gobiernos, e incluso "los derechos de los ciudadanos de acceder a servicios públicos como el agua, la salud o la energía, en aras  de los beneficios corporativos".
Eberhart "La agenda de los lobbies corporativos es agresiva, y hay riesgo de que el TTIP sirva para impulsar privatizaciones"
"La agenda de los lobbies corporativos es agresiva, y hay riesgo de que el TTIP sirva para impulsar privatizaciones", asegura a Público Pia Eberhart, portavoz del CEO. A su juicio, esta alianza no sólo supondría dar nuevas cartas a las multinacionales, sino que los países europeos que plantean remunicipalizar servicios de agua o energía podrían ver sus manos atadas para acometer estas reformas. 

Según el estudio Los servicios públicos bajo ataque, el TTIP y el CETA ( acuerdo UE-Canadá) podrían, "en el peor de los escenarios", "bloquear los servicios públicos llevándolos a una comercialización de la que no podrán ser recuperados, sin importar cuán perjudicial resulte esto para el bien común".  Entre estos servicios públicos se encontraría también la educación ya que, como recuerda Eberhart, la Comisión ha pedido "flexibilidad a los 28" para que puedan "abrir la educación a los mercados", algo que tampoco ha gustado a los cientos de organizaciones críticas con el acuerdo.

El informe es claro al respecto: TTIP y CETA pueden ser utilizados para limitar las capacidades gubernamentales de producir, distribuir o incentivar determinados tipos de energía, como las renovables, y la oferta de servicios en el CETA recoge que al menos 11 estados, entre ellos España y Alemania, ponen sobre la mesa de privatizaciones los servicios hospitalarios. 
"Incluso si un Gobierno quiere proteger el sector público, con la lista negativa hay peligro", afirma.
Pero Bruselas no admite que haya peligro, no reconoce riesgos: "En ningún momento las actuales negociaciones comerciales con EEUU (TTIP) pondrán en peligro los servicios públicos ni supondrán su privatización", asegura la web de la Comisión al respecto. La trampa está en que TTIP y CETA no necesariamente supondrán una privatización forzosa, sino que abrirán la puerta a que estas privatizaciones tengan lugar. Y uno de los elementos clave para lograrlo es la lista negativa: una enumeración de los servicios que no podrán ser privatizados. "Lo que quede fuera, será susceptible de serlo", explica Eberhart.

La lista negativa es ya una realidad en el CETA, y la portavoz del CEO denuncia que la Comisión maniobra para que también lo sea en el TTIP, en el que de momento trabajan con una suerte de "lista mixta". En esta línea, Eberhart reconoce que los gobiernos tendrán cierta capacidad de decisión, pero que todo aquello que no figure en esta lista, incluidos nuevos servicios o modelos de servicios, quedará al alcance de las empresas. "Es muy difícil meterlos todos". "Incluso si un Gobierno quiere proteger el sector público, hay peligro", apunta.

El anzuelo del nuevo ISDS

La comisaria europea de Comercio, Cecilia Malmström, presentó al inicio de septiembre una remodelación del mecanismo de protección de inversiones o ISDS (Investor State Dispute Settlement). En la práctica, la nueva herramienta de blindaje de las multinacionales frente a los estados, denominada ICS (Investor Court System) recurre a unpool de árbitros con formación de jueces, que sin embargo toman sus decisiones en función de lo establecido en el TTIP. Sólo las empresas pueden demandar a los estados, y tienen la facultad de hacerlo siempre que consideren perjudicadas sus ganancias o sus expectativas de beneficio como consecuencia de los cambios normativos que determinen los estados.

El  rechazo al ISDS de un 97% de los 150.000 europeos que participaron en una consulta pública al respecto o el portazo de varios partidos políticos llevó a Malmström a presentar esta reforma -que debería ser aceptada por EEUU, y a priori no parece contar con muchas posibilidades-, pero Eberhart aclara que en cualquier caso las multinacionales tendrán las de ganar. "La demanda será la misma. Aunque sea tratado de otra forma, el proceso es el mismo, el riesgo es el mismo, y los derechos de los demandantes, iguales", zanja.

Y, aunque no estuviera en lo cierto, la ratificación del CETA permitirá a las multinacionales estadounidenses con filiales en Canadá que demanden a los estados europeos. "Todas las que tengan sedes en Canadá podrán acogerse a esta opción", apostilla la portavoz del CEO.

También Hollywood presiona

Inicialmente los servicios audiovisuales debían quedar fuera del acuerdo, pero Hollywood sigue jugando sus cartas para cambiarlo. El informe alerta de cómo el gobierno de EEUU y la Motion Picture Association of America (la Asociación de Productores y Distribuidores Cinematográficos de América), presionan para acabar con las cuotas de pantalla europeas, así como otras medidas destinadas a proteger las industrias locales en países como España, Italia, Polonia y ,muy especialmente, en Francia, particularmente fiera a la hora de defender su producción cinematográfica ante la apisonadora de la industria norteamericana.

Sin embargo, la cultura o los servicios públicos serían sólo algunas de las patas a las que afectarían dos acuerdos que van mucho más allá del comercio y de la inversión, ya que también podrían tener efectos sobre las normativas de seguridad, las barreras ambientales, las regulaciones sobre productos químicos... y un largo etcétera.

Ambas alianzas se encuentran hoy en fases muy distintas: mientras el CETA está listo para ser ratificado en 2016, Washington y Bruselas aún están negociando el TTIP, y EEUU comienza a mostrar su decreciente interés por el acuerdo. La firma de un tratado con una docena de países de Asia, Oceanía y Sudamérica (TPP) era un objetivo prioritario para Washington, que tampoco ha visto con buenos ojos la reciente sentencia sobre protección de datos dictada por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea. 
La oposición al TTIP crece: 200.000 personas se manifestaron contra el acuerdo en Berlín este sábado, y Bruselas acogerá la llegada de las Euromarchas esta misma semana
El informe de 46 páginas, firmado por el investigador en políticas económicas, desarrollo y medio ambienteThomas Fritz, y avalado por varias organizaciones además del CEO, señala que aunque ambos tratados son aparentemente independientes, en ambos se pueden encontrar "huellas claras" de la influencia de los mismos lobbies corporativos, entre ellos la poderosa patronal europea, Business Europe, o el Fórum de Servicios Europeo, donde se encuadran compañías como British Telecommunications o Deutsche Bank.

El hecho de que el 83% de las reuniones -oficiales- de la Comisión hayan tenido como interlocutores a las multinacionales, los emails filtrados en los que Bruselas les pide "sugerencias" y aportaciones con respecto al TTIP a las multinacionales, o las declaraciones públicas de estas empresas, permiten al CEO afirmar que la relación de Bruselas con los lobbies es bidireccional, y que la Comisión les "estimula de forma activa" para que participen en la redacción del acuerdo.

La oposición al TTIP, CETA o al TiSA (Trade in Services Agreement) sigue creciendo. Este sábado, entre 150.000 y 250.000 personas salieron a las calles de Berlín para clamar contra el Acuerdo Transatlántico, y esta misma semana Bruselas acogerá la llegada de las Euromarchas. Denuncian la desigualdad existente en una Unión incapaz siquiera de acoger a los refugiados que llaman a sus puertas huyendo de la guerra, contra el excesivo peso de los mercados financieros en las vidas de todos los europeos... Pero también claman contra la firma de acuerdos como el TTIP, que consideran un arma de los poderes económicos y políticos para blindar aún más a las grandes multinacionales, en detrimento de las soberanías nacionales, los derechos de los trabajadores y los estándares de seguridad y de protección del medio ambiente.
FUENTE:http://www.publico.es/internacional/multinacionales-quieren-ttip-les-carta.html