Buscar este blog

jueves, 20 de noviembre de 2014

El Tratado de Libre Comercio con Canada

Nuevas dosis de opacidad y nuevas ventajas para las empresas frente a los estados son, grosso modo, las claves del Tratado de Libre Comercio entre la UE y Canadá, según el informe de varios organismos internacionales, Vendiendo la Democracia,: http://corporateeurope.org/international-trade/2014/11/ceta-trading-away-democracyque 
 que ha visto la luz este mismo miércoles.

El documento, al que ha tenido acceso este diario, alerta de que el polémico CETA (Comprehensive Economic and Trade Agreement), no sólo servirá para reducir aranceles, como se empeñan en recordar sus promotores, sino que además brindará nuevos poderes a las multinacionales, y servirá como campo de pruebas de lo que vendrá después: el Tratado de Libre Comercio entre la UE y Bruselas, el polémico TTIP, que la UE negocia con sigilo, impermeable a las críticas de fuerzas políticas y organizaciones sociales que alertan sobre sus peligros, y sobre el excesivo peso de las multinacionales en las negociaciones.
A mediados de los 90 apenas había constancia de una docena de demandas de empresas a estados; a finales de 2013 eran 568

Ambos acuerdos son similares en esencia, e incorporan un mecanismo de protección de inversiones (ISDS), que permitirá a las empresas denunciar a los estados en los que realicen inversiones, en caso de que estos países apliquen cambios normativos que a juicio de las empresas perjudiquen a sus inversiones. Sin embargo, el acuerdo con Canadá va un paso más allá, y también recoge el derecho de las empresas a denunciar a los estados de verse perjudicadas las "expectativas legítimas" sobre sus inversiones, en virtud de una "cláusula de trato justo y equitativo". Por no hablar de la suerte de cláusula zombie que incorpora el CETA, y que permitirá a las multinacionales seguir demandando a los países en los que inviertan 20 años después de disolverse esta alianza. 

El mecanismo ISDS sólo permite que las empresas denuncien, no los estados. En vez de recurrir a los tribunales nacionales, las corporaciones acuden a tribunales arbitrales, que zanjan con laudos irrevocables estos litigios. Las disputas suelen durar años, y obligan a los estados a afrontar costes millonarios, ganen o pierdan. Según el estudio, la inclusión de este mecanismo sirve para conceder aún más poder a las empresas, mientras los estados se enfrentan a árbitros que actúan "con una clara tendencia a interpretar las leyes en favor de los inversores".
Si las empresas no se ponen de acuerdo con los estados para designar a los árbitros, la pelota pasa al tejado del Centro Internacional para la Resolución de Disputas sobre Inversiones (ICSID), dependiente del Banco Mundial. Para los autores del documento, esto supone "dejar al zorro vigilando el corral de las gallinas", en un sistema en el que ya contemplan el "conflicto de intereses de los árbitros", que cuentan con potestad para decidir qué demandas admitir, aunque sean "frívolas o infundadas", y no pueden ser juzgados por las decisiones que adopten en estos procesos -cualquier juez puede ser condenado por prevaricación, pero no estos árbitros-.  Por todo ello, el estudio considera el ISDS un arma contra los estados, que en muchas ocasiones les condiciona, impidiéndoles aplicar cambios normativos por temor a las denuncias de las multinacionales.
Los estados dedican una media de seis millones de euros a costear estos procesos, que suelen durar años
Las cifras hablan por sí solas: frente a la docena de demandas de empresas a estados documentadas a mediados de los 90, en 2013 ya eran más de 568, por lo que también ha crecido el número de estados que se oponen a incluir el ISDS en sus alianzas comerciales. El hecho de que tanto la UE como Canadá cuenten con sistemas judiciales sólidos es otro de los argumentos del estudio, que considera totalmente innecesario recurrir a los tribunales arbitrales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario