Buscar este blog

martes, 13 de noviembre de 2012

Disney compraba Lucasfilm

Ha resultado entretenido observar las diferentes reacciones ante la noticia: un choque de trenes ha tenido lugar en el mundo del espectáculo en el momento en que Disney compraba Lucasfilm a su creador y hasta entonces propietario, George Lucas, por la modestísima suma de 4000 millones de dólares. Ha sido impactante ver a Lucas renunciando a su trono y cediendo su franquicia; casi como encontrarse a Gollum en una casa de empeño vendiendo el famoso Anillo para jugar a la tragaperras. Uno no se lo esperaba. Con sus aspectos mejores y peores, George Lucas era uno de los últimos grandes elementos independientes de la industria. Ahora es solo un millonario más, pero ya no manda sobre nadie, salvo que los nuevos señores de Disney se lo permitan de vez en cuando para tenerlo contento y que no le dé una pataleta de las suyas.
Por un lado, los medios de información económica han alabado con profusión las posibilidades de la operación: a la prensa salmón suele complacerle que lo grande se haga todavía más grande —su fascinación por los récords y las altas cifras no la aleja mucho de la prensa deportiva, me da la impresión— y parecen asistir hipnotizados al fenómeno de gigantización de las corporaciones. Desde luego, a nadie le cabe duda de que Disney dispone de todos los medios para exprimir al máximo el fruto más rentable de Lucasfilm, esto es, la saga Star Wars y su interminable catálogo de productos asociados. La factoría Disney posee los canales de distribución —ya sean cinematográficos, de merchandising o incluso de parques temáticos— necesarios para que esa explotación alcance cotas incluso superiores a las ya conocidas. Por otra parte, la división cinematográfica de Disney posee también una importante capacidad de producción, que ahora se ve considerablemente enriquecida porque en la venta de Lucasfilm está incluida ni más ni menos que Industrial Light and Magic, la maquinaria más avanzada en cuanto a creación de efectos especiales, una empresa también creada por papá Lucas y también provechosísima desde el punto de vista económico. Disney era hasta ahora un importante cliente de ILM, pero ahora podría ahorrarse unos 20 millones de dólares anuales en costes de producción al poder fabricarse en casita esos FX “state-of-the-art” que antes George Lucas les servía de encargo. Además, quien quiera ahora disponer de los servicios de ILM tendrá que apoquinar a Disney.
Lucas en el preciso instante en que vende Lucasfilms a Disney y se da cuenta de que lo van a tomar por el pito del sereno a partir de ese momento.
Aunque no pensemos que la compañía del tío Gilito estaba pensando en esto cuando compró Lucasfilm. El ahorro de 20 millones puede parecernos enorme, pero para una corporación tan grande como Disney supone una diferencia marginal. El cine es solo una porción modesta de los ingresos de la compañía, que obtiene buena parte de sus beneficios de su conglomerado mediático —posee muchas cadenas de televisión, entre ellas la ABC o la ESPN— y de sus parques temáticos. La compra de Lucasfilm aumentará sin duda sus beneficios, pero el cine seguirá siendo secundario (financieramente hablando) en el esquema, aunque constituye para Disney lo mismo que un plato estrella para un restaurante: la tarjeta de presentación y la marca de la casa. En definitiva, si existía alguna empresa idónea para sacarle todavía más partido al fértil patrimonio de Lucasfilm, esa era precisamente Disney. Quizá la noticia nos tomara por sorpresa, pero este tipo de compraventas no son nada nuevo. Disney ya adquirió Marvel y Pixar como bien sabemos; es más, hace unos años incluso ella misma estuvo a punto de ser adquirida a su vez por Comcast, la mayor compañía de televisión por cable de los EEUU. No fue así y ahora es la saga Star Wars la que pertenece a los herederos del tío Walt. Aunque ya poco de familiar tiene la empresa, todo hay que decirlo: el sobrinísimo Roy Disney, último miembro de la dinastía que figuró en la cúpula directiva, murió en el 2009 no sin antes haber sido relegado a la función de lámpara decorativa por su rival Michael Eisner, también conocido como la versión humana de Mr. Potato. Aunque, según cuentan, el antiguo despacho de Roy Disney continúa vacío y los nuevos directivos han tenido el detalle de no convertirlo (aún) en un cuarto para guardar las fregonas. Pero bueno, cosas de ricos, como si algo de esto nos importara demasiado a quienes mes tras mes combatimos la fiebre de los números rojos.
Sin embargo, todos en la vida somos fans de una cosa u otra, y desde luego muchos somos fans de la saga Star Wars, que es por lo que este tipo de noticias tiene tanta repercusión. El que Mr. Potato siente al último miembro de los Disney en una mecedora y lo coloque junto al brasero para tenerlo entretenido viendo películas del Oeste nos resulta bastante indiferente: es poco probable que lo que percibimos de la compañía Disney, o sea sus productos de entretenimiento, cambie radicalmente a causa de ello. Pero ver a George Lucas vendiendo Lucasfilm es distinto: va a afectar considerablemente al futuro (y desgraciadamente, al pasado) de la saga galáctica venerada por todos, así que de repente ponemos las orejas en punta. El matrimonio entre Disney y Lucasfilm ha provocado una reacción inmediata entre los fans, representada en multitud de fotomontajes y caricaturas que han aparecido por todas partes: Mickey Mouse con una espada láser, Darth Vader con orejas de ratón, Yoda y Goofy departiendo amistosamente o la princesa Leia posando ufana con las descafeinadas princesas de cuento de la factoría Disney. Esto responde a una inevitable imagen mental: la compraventa ha despertado el temor ante una posible infantilización de la saga. Disney y Lucas no han contribuido a disipar ese temor, ya que las imágenes con que han celebrado el acuerdo (como los personajes clásicos de Disney vestidos al modo Star Wars) son, por decirlo de manera suave, bastante tétricas. Porque muchas de esas imágenes no son fotomontajes… sino ideadas por la propia Disney. Glups.
En realidad es un temor infundado: la segunda trilogía de películas Star Wars ya se encargó de convertir ese universo en un producto pueril y descafeinado, siguiendo esa tendencia innata de George Lucas a infantilizarlo todo que podemos rastrear tan pronto como en El retorno del Jedi con la inclusión de un ejército de peluches, o en aquel especial de Navidad que en su momento muchos fans prefirieron olvidar cual un embarazoso desliz… aunque sirvió para tener una nueva y turbadora visión del atómico modelito de la princesa Leia. Hoy ya sabemos que el cineasta de la permanente lo infantiliza todo. A George Lucas solo le interesa el dinero, como a casi todo el mundo en la industria del cine, pero a este afán recaudatorio se suma su casi completa carencia de criterio y de buen gusto. Con el problema añadido, claro, de que siendo el único amo y señor de Lucasfilm no tenía a nadie que se atreviese a llevarle la contraria y los resultados de ello quedaron bien a la vista. Desde el punto de vista de un espectador no hay motivos sólidos para pensar todavía que Disney lo hará peor que Lucas en solitario, básicamente porque sería difícil superar el fiasco de los episodios I, II y III. De todos modos la suerte está echada y una nueva trilogía de largometrajes ha sido anunciada tan pronto como la transacción se ha hecho pública. Hay quienes temen que bajo la tutela de Disney la “galaxia muy, muy lejana” se esterilice y desinfecte para hacerla inofensiva, hasta el punto de que ni siquiera haya giros a la oscuridad como en La venganza de los Sith, por más que dichos giros resultasen forzados, fuera de lugar e incluso ridículos. Se asustan ante la posibilidad de que Star Wars termine convertida (aún más) en un interminable anuncio de juguetes, videojuegos y parafernalia varia en la que nada asuste a los críos de pecho ni ofenda a sus acongojados padres. ¿Hasta qué punto cambiará de tono Star Wars ahora que va a ser producida por Disney? ¿Seguirá Lucasfilm actuando con cierta independencia creativa o querrá meter la nariz el nuevo jefazo de Disney, Bob “juro que no soy un Sánchez-Vicario” Iger?
George Lucas muestra a Bob Iger por dónde empezó a despedazar a Darth Vader, por si Iger quiere hacer lo mismo con Luke, Leia y Han Solo.
Sabemos que George Lucas estará involucrado en las nuevas secuelas, aunque a priori resulta difícil discernir qué relevancia tendrá su presencia. ¿Realmente le darán voz y voto a Lucas, o estará ahí simplemente como convidado de piedra para legitimar las nuevas películas con la mera inclusión su nombre? Suponiendo, se entiende, que de cara al público su nombre todavía legitime algo respecto al universo que él mismo construyó. Por el momento parece que desempeñará importantes funciones, ya que por lo visto participará como guionista y ayudante de dirección en la nueva película, lo cual parece indicar una implicación muy seria, pero podría tratarse simplemente de títulos honorarios. Ahora que ya no es el jefe habría que leer con detalle los términos de su acuerdo para saber con seguridad hasta qué punto podría verse relegado al papel de insigne florero. No imagino a Disney confiando el timón a Lucas para que se maneje a su antojo. Los imagino más bien cediéndole amablemente la mecedora del sobrinísimo Roy, mecedora ahora vacante, como su despacho. Pero esto supongo que solo lo saben con seguridad los implicados y de todos modos Star Wars es prácticamente una apuesta segura de cara a taquilla, así que siendo el cine relativamente secundario para la cuenta de resultados de Disney, tampoco sería improbable que —salvo que algún directivo quiera colocar a su cuñado como visible cabeza creativa del nuevo proyecto— Lucas sí termine teniendo bastante que decir en el nuevo film. Todo es posible. Ya veremos.
Lo que sí nos consta es que Lucas, en un anuncio más parecido a una rabieta, comunicó al mundo su decisión de dedicarse en lo sucesivo al “cine de autor” (sabe Dios qué quiso decir con eso, aunque supongo que en su vocabulario “cine de autor” significa “cine barato”). Afirmaba estar cansado de las críticas constantes que recibía por su labor en la segunda trilogía y describió a los fans de Star Wars como lo que realmente somos: un puñado de Peter Pans nostálgicos, quejicas y, con perdón, tocapelotas. Claro que también tuvo bastante que ver el batacazo de Red Tails, una película bélica de esas con mensaje, sobre la valiente tarea de un escuadrón de pilotos negros de la II Guerra Mundial. Aunque Red Tails estaba dirigida por Anthony Hemingway, Lucas ejerció como productor estoy-en-todo y algunos dijeron que incluso como director en la sombra. Sea como fuere, depositó muchísimas ilusiones en lo que él pensaba sería una nueva Lista de Schlinder que haría saltar las lágrimas de América primero, y quizá el mundo después. Pero cuando no encontró distribuidores para estrenar la película, acusó a la industria de “racismo” por no confiar en las posibilidades comerciales de una superproducción protagonizada por actores negros (los nombres de Will Smith y Denzel Washington no deben de sonarle de nada, supongo) y se quejó amargamente —otra rabieta, sí— de haber tenido que pagar de su bolsillo (pobre…) gastos tales como la cartelería publicitaria para que el público pudiera entrar en contacto con tan imprescindible homenaje a los bravos pilotos que bla, bla, bla. George Lucas se veía quizá recibiendo un Oscar entre las lágrimas de los asistentes a la ceremonia y el temblor en las voces de los narradores, pero lo cierto es que la película le pareció una estupidez a casi todo el mundo: personajes estereotipados, diálogos acartonados repletos de tópicos, ausencia de interés en el argumento (¿les va sonando?) y, ¡sorpresa!, un fantástico apartado de efectos especiales en las espectaculares batallas aéreas. En fin; otro motivo para la pataleta y para que el amigo George decidiera que en adelante el gran público había dejado de merecerle, la gran industria le merecía todavía menos y que por lo tanto iba a rodar cine más minoritario, profundo y experimental (seguimos esperando). Pero ahí lo tenemos ahora, a punto de enfrascarse en el Episodio VII con el colchón de que, si a la gente le parece todo mal, siempre podrá echarle la culpa a Disney.
Además de lo que pueda suceder con el film, hay fans que temen por el futuro del llamado “universo expandido” de Star Wars, esto es, toda la constelación de libros, cómics y demás parafernalia que ampliaban ese mundo con nuevos personajes, aventuras y explicaciones. Algo que a algunos jamás nos ha interesado lo más mínimo, pero que algunos aficionados han seguido con atención. Francamente, nada de todo esto me importa demasiado. Por lo que a mí respecta, Star Wars se limita a la trilogía de películas originales y, si me apuran, a un puñado de juguetes de mi infancia. En el mismo momento en que salí del cine tras terminar de ver La amenaza fantasma supe no había más tela que cortar, excepto quizá la de los vestidos de Natalie Portman. Pero bueno, ahora las cosas están así: Disney ha adquirido la saga y tiene toda la intención de sacarle partido. Si Lucasfilms no es puesta patas arriba con el cambio de manos y sigue funcionando con cierta autonomía interna, es bastante posible que el universo expandido siga desarrollándose como hasta ahora. Lo dicho: a mí, personalmente, me preocupa más bien poco. Pero no veo motivo por el que toda esa parafernalia debiera dejar de producirse y dudo que Disney se moleste en intentar darle un giro.
Volviendo al celuloide y a la nueva trilogía que se avecina: dado que las nuevas películas empezarán, narrativamente hablando, en un momento temporal casi inmediatamente posterior a la trilogía original, cabe la posibilidad de que veamos a algunos de los antiguos personajes en su época de madurez. Desde un punto de vista comercial parece la jugada más previsible, porque es la mejor manera de que muchos fans desencantados se molesten en regresar a las salas de cine aunque solo sea por curiosidad, por ese gusanillo de averiguar cómo les ha ido a Luke, Leia y Han Solo en los años posteriores a la destrucción de la “estrella de la muerte”. Así que podríamos toparnos con aquellos rostros conocidos de todos —no, el de Alec Guiness me temo que no— y las antiguas estrellas de Star Wars podrían volver a reunirse para la ocasión. Harrison Ford ya ha manifestado abiertamente su interés: supongo que después de prestarse a resucitar a un Indiana Jones que parecía más bien Rodrigo Rato de camping, lo de interpretar a un Han Solo que va de planeta en planeta con ayuda de un andador ya no le parece tan mala idea. Carrie Fisher también se ha mostrado ansiosa por participar de nuevo en la famosa saga que en su momento le jodió la existencia y casi la conduce a la tumba, aunque desde hace años se toma con bastante humor el estropicio en que se convirtió su vida después del éxito galáctico. Lo mismo sucede con Mark Hammill, para quien participar en las nuevas películas sería una oportunidad de oro de volver a tener un rol importante en una superproducción, después de que el papel de Luke Skywalker prácticamente anulara cualquier posibilidad de evolución posterior en su carrera (“mira, es Luke”). De materializarse la reunión, todos ellos ganarán bastante dinero y serían el anzuelo que, de entrada al menos, ayudaría que muchos fans asocien mentalmente las nuevas entregas con las películas clásicas y olviden así la irritante adolescencia del —con perdón de nuevo— capullo de Anakin Skywalker.
Veremos lo que sucede. En principio, tener que contemplar el periodo de jubilación de estos tres legendarios emblemas de la saga no me parece una buena idea. Hay varias formas de verlo, eso sí. Supongo que siempre habrá quien intente encontrarle la parte buena a una nueva película que cuente con estos personajes, para así disfrutar de unas horas más de  entretenimiento en el universo Star Wars. Pensando que a fin de cuentas quizá no tengamos nada que perder, me parece una postura razonable, aunque no la comparto. Dudo mucho que los escarceos de Luke, Leia y Han en el planeta Benidorm vayan a aportar nada positivo al mito. Pero bueno, yo, al contrario que George Lucas, no me creo infalible.
Será duro no poder distinguir Star Wars de la boda de tu prima la del pueblo. El Halcón Milenario estará en el desguace, supongo.
Cierto es que después del fiasco de la segunda trilogía difícilmente podrían ni Lucas ni Disney arruinar más el recuerdo: el proceso de maceración, desollamiento, destripamiento y escabechado de Darth Vader nos demostró que no hay personaje lo suficientemente grandioso como para no ser arruinado por la combinación entre el vil dólar y la total ausencia de sentido común creativo. ¿Qué tendrán en mente los de Disney? Anuncian que el Episodio VII será una “historia original”, es decir, que no piensan adaptar nada de lo aparecido en las diferentes expansiones del universo Star Wars y que van a trabajar sobre un argumento completamente nuevo. ¿Escribirá la historia George Lucas en ese cuadernito sobre el que tanto le gusta redactar con lápiz? ¿Habrá un equipo de guionistas reunido por Disney para que se encargue de repetir la frase “sí George, claro George” y después hacer lo que les venga en gana mientras George se refocila creyendo que aún aporta ideas? Quién sabe, quizá contraten a Damon Lindelof para “redondear” el guión como hizo Ridley Scott con la estupidísima Prometheus: la verdad es que casi provoca una insana curiosidad por saber qué nuevas cotas de excelencia podría alcanzar un hipotético tándem Lucas-Lindelof… ¡sería un hito histórico! Aunque es posible que para entonces Lindelof esté demasiado ocupado con esa segunda parte de Prometheus en la que —lanzo mi apuesta desde aquí— descubriremos que los pitufos de gimnasio a los que llaman “ingenieros” pretenden aniquilar la raza humana porque Jesucristo era uno de ellos y acabó crucificado después de visitar la Tierra. Si no puede participar, sin un Lindelof que contribuya con algunos de sus psicodélicos “brainstormings” consistentes en soltar mil disparates para que, como mal menor, le acepten cincuenta disparates, eso nos dejaría a Lucas en solitario ante ese supuesto equipo de guionistas de Disney. Veremos si unos escritores de la casa aportan su toque particular: tal vez veamos una nueva taberna de Mos Eisley repleta de criaturitas estilo Pixar, descubramos que Krypton forma parte de la cochambrosa Federación de Comercio para la que el padre de Supermán trabajó como repartidor, y que Papá Noel es en realidad un Jedi que reparte juguetes como parte de un servicio comunitario por haber sido detenido conduciendo el Halcón Milenario con alcohol en sangre… sí, podríamos terminar siendo testigos de alguna de estas cosas. Aunque, visto así, casi me dan ganas de que estrenen esa séptima parte. Siempre será mejor que algo escrito en solitario por George Lucas (“el senado tal”, “el senado cual”, “el tratado debe firmarse”). Puestos a pifiarla, al menos que lo hagan con gracia. Y si al final resulta que sacan una gran película, estupendo. Cosas más raras se han visto.
…a veces.
 http://www.jotdown.es

No hay comentarios:

Publicar un comentario